Pemex dice que, bajo el mandato de Sheinbaum, “se apretó el cinturón” y logró ahorrar 26 mil 548 millones de pesos mediante despidos masivos y reestructura interna.
Pero ese “ahorro” tiene un costo social brutal: se cancelaron 3,051 plazas de confianza, se recortaron puestos, se endurecieron las contrataciones, se modificaron esquemas de pago y se replegaron funciones administrativas. El Financiero
¿Resultado? Una empresa con menos personal, mayores presiones sobre quienes sobreviven y recortes que disfrazan ajuste estructural como éxito técnico. El poder dice eficiencia, pero muchos ven despidos disfrazados de “orden financiero”.
Este recorte no puede verse como un simple ejercicio contable. En un país con desempleo, desigualdad y precariedad laboral, despedir para “ahorrar” se convierte en una medida política que descarga el peso del ajuste sobre los hombros de los trabajadores.
Mientras tanto, la dirigencia celebra cifras, pero pocos celebran con los afectados. Al final, el gran ahorrador fue el Estado que alivia sus finanzas sacrificando vidas laborales.








