El senador Miguel Armenta apareció de lujo en los cielos, rentando un Learjet para un viaje redondo que, en pocas horas, le costaría casi 700 mil pesos. Un derroche presidencialista disfrazado de efeméride ejecutiva.
Mientras el discurso oficial pide austeridad a capa y espada, Armenta disfruta privilegios que contradicen cualquier narrativa de sacrificio. Lo peor: ese vuelo no fue un acto aislado, sino un símbolo de que quienes detentan el poder elevan sus estándares… mientras los ciudadanos siguen pisando calle.
Y para colmo, los justificantes serán difíciles de rastrear. En el mundo del poder morenista, el gasto se camufla con “viajes institucionales” y se remata como “obligación legislativa”. Pero cuando lo importante es volar alto, la congruencia se queda en tierra.








